Sobre los retratos de los yayoflautas de Bellvitge me preguntó hace unos días David para la revista Yorokobu. El texto, sin editar, era este:
¿Cómo nace este proyecto? ¿Alguna vinculación personal o simplemente sensibilidad como ciudadano?
He seguido y he participado en el complejo y fascinante movimiento 15M en Barcelona desde su eclosión. Y lo he hecho como ciudadano y como fotógrafo, como fotógrafo indignado, podría decirse. En la era Twitter la caducidad la marcan los minutos, las horas, pocas noticias sobreviven más allá… Yo creo muy necesario visibilizar historias como la de los abuelos y las abuelas de Bellvitge, las que ya ‘no son noticia’. Me interesa su ejemplo, cada día que permanecían allí me sorprendía su resistencia, su constancia…
¿Cómo contactas con los vecinos? ¿Qué te cuentan? ¿Qué les parece?
El cierre de un Centro de Atención Primaria en el barrio de Bellvitge, uno más de la política de recortes en sanidad y educación del gobierno catalán, provocó las protestas vecinales y la ocupación. Yo me acerqué al día siguiente para fotografiarlo y me quedé a dormir. Lo que estaba pasando era fantástico, una mezcla de energía, experiencia, cohesión, organización, paciencia y voluntad. La edad y la experiencia les permitió afrontar el cierre del CAP con determinación, son muy conscientes de su capacidad y tienen un objetivo claro y concreto… En Barcelona se multiplican las protestas pero suelen ser efímeras, crece la indignación pero no tanto el compromiso, las propuestas a largo plazo.
¿Cuál es el estado de este país para que la protesta ciudadana se criminalice hasta límites insospechados?
El de un animal herido que pretende asustar enseñando las garras y los dientes… Y lo preocupante (o lo humano) es que a veces lo consigue. El miedo es muy eficaz como herramienta de control social… y para combatirlo siempre ayuda la fuerza colectiva que existe, por ejemplo, en Bellvitge. La fragmentación contemporánea, el individualismo, la modernidad líquida y distópica que describe Bauman no ayudan a vencer los miedos en este sentido. Las plazas resucitaron formas de socialización perdidas en las grandes ciudades, más propias del pasado o de lugares más pequeños, y durante un tiempo nos devolvieron la fé en la inteligencia y la fuerza colectiva.
¿Qué herramientas le quedan, a tu juicio, al ciudadano, para la protesta?
Las manifestaciones demuestran de un modo cuantitativo la oposición social a medidas concretas como los recortes presupuestarios en materia de educación o sanidad. El peligro en este caso es que sean canibalizadas por el sistema o banalizadas por la ciudadanía en forma de ocio: hoy me voy a al fútbol, mañana a la disco, pasado de shopping, al otro a la mani….
Pero las manifestaciones no son suficiente. Después de un año de movilizaciones de todo tipo me pregunto si alguien al otro lado escucha la rabia y la frustración que se acumula en el asfalto o si a nadie en la política le importa lo más mínimo, si todo esto es como gritar bajo el agua, inútil y agotador…
Según el irónico Kaurismaki “la única salida es el terrorismo, matar al 1% que nos condujo a la miseria”. Otros, más constructivos, apuntan a internet como el milagro que posibilite un cambio de conciencia y una democracia que vaya algo más allá de votar cada cuatro años. Hay quien cree en el cambio micro, tanto a nivel individual como colectivo, tanto sociopolítico como espiritual, las cooperativas, el decrecimiento, la meditación. La gran mayoría está atónita y algo desorientada. Paro, rescates bancarios, corrupción, ineptitud política y los benditos mercados, esos entes con estados anímicos y primas…
¿Crees que la creatividad, como la que has empleado en tu trabajo, es una potente arma para luchar contra un poder cada vez más agresivo?
Necesitamos creer en algo y nos resulta más fácil creer en aquello que (más o menos) conocemos, en mi caso, el lenguaje fotográfico. Sin duda, la creatividad y el arte son fundamentales en cualquier tipo de cambio social, ampliando públicos y horizontes, con las palabras de siempre se convence a los ya convencidos en burbujas endogámicas, minoritarias y generalmente cerradas.
Ahí también radicó a mi entender una inmensa cualidad del 15M en sus inicios, las plazas fueron ejes vertebradores de la diferencia, del carácter poliédrico de nuestra sociedad, personas de todo tipo estaban dispuestas a dialogar, a construir, a soñar un futuro mejor y común pese a las diferencias ideológicas y socioculturales que les separaban.
Sin duda, el poder tiende a perpetuarse, como tú apuntas… a cualquier precio. Utilizando los métodos de siempre es complicado conseguir resultados diferentes. De ahí la frescura y la potencia inicial del 15M. En su novedad formal y en las herramientas 2.0 radicó parte de su éxito como generador de debate, reflexión y acción política. Independientemente de los resultados ‘reales’ que algunos le exigen, lo cierto es que el 15M ya ha conseguido algo más que necesario, aglutinar y visibilizar el malestar de buena parte de la población respecto a la situación política y económica actual… Y lo ha hecho, con mayor o menor eficacia, pero de manera orgánica y relativamente horizontal, lejos de patrones jerárquicos y personalistas clásicos.
¿Qué crees que nos espera en los próximos meses teniendo en cuenta que las protestas prometen incrementarse y la autoridad parece pretender evitar que esas protestasificativas?
Grecia es una posibilidad… Otra , que las autoridades o el sistema (sea esto lo que sea e incluya a quien incluya) abandonen el discurso criminalizador y la actitud desafiante para absorber la queja y rentabilizarla, comercializarla… Multinacionales que explotan el 15M en sus spots, grandes medios de comunicación ‘alineados’ con la indignación, cantantes, gente del cine e intelectuales que se declaran indignadas, indignados…
¿Me podrías contar un par de historias acerca de alguno de los retratados?
En un nivel íntimo, rescato la historia de Fernando García, porque así se llama mi padre y porque yo también soy del extrarradio… Pero historias hay decenas y centrarme a nivel periodístico en una sería excluir al resto y se alejaría de mi idea. Lo fundamental de esta protesta es la fuerza del grupo, el colectivo independientemente de liderazgos o historias individuales más o menos llamativas, que existen, como en cualquier grupo humano…
Lo interesante en este caso es lo común, ahí está su fuerza, su identidad. La gran mayoría de las personas retratadas fueron migrantes hace unas décadas, se instalaron en el maltratado extrarradio de Barcelona, trabajaron en las mismas fábricas, se asociaron, lucharon por sus derechos y consiguieron algunos éxitos, el CAP de Rambla Marina entre ellos. De aquellos años, de aquellas complicidades y aquella forma de entender el mundo, nació esta energía en peligro de extinción…